¿Qué es el SETI y qué pasa con el cometa 3I/ATLAS?

La detección de señales puede otorgar influencia simbólica a países o instituciones, mientras que la diplomacia científica actúa como poder blando, fomentando cooperación internacional frente a rivalidades y militarización del espacio

Representación gráfica de antenas en búsqueda de señales extraterrestres. Fuente: Czech Games

ARTIOM VNEBREACI POPA | Barcelona

6 de noviembre de 2025

Desde la Antigüedad, el ser humano ha mirado hacia las estrellas con asombro y curiosidad, preguntándose si se encuentra solo en el vasto universo. Esa pregunta (que antaño pertenecía al terreno de la filosofía, la religión y la mitología), ha evolucionado a ser una de las búsquedas científicas más ambiciosas y trascendentes de nuestra historia: el intento de descubrir inteligencia extraterrestre. El SETI (Search for Extraterrestrial Intelligence), representa una empresa global que combina la astronomía, la física, la biología, la informática y la filosofía con un objetivo común: detectar señales o manifestaciones tecnológicas de civilizaciones más allá de la Tierra. Sin embargo, el SETI es mucho más que una búsqueda científica. Es también un espejo cultural y ético de la humanidad, una exploración de nuestros propios límites y una herramienta geopolítica con implicaciones profundas. En un mundo fragmentado por intereses nacionales, el SETI propone un horizonte compartido: la posibilidad de que, al buscar otras inteligencias, descubramos un sentido más amplio de lo que significa ser humanos.

¿Qué es el SETI?

El SETI (Search for Extraterrestrial Intelligence) agrupa proyectos y disciplinas científicas dedicadas a detectar señales que indiquen la existencia de civilizaciones tecnológicamente avanzadas fuera de la Tierra. A diferencia de la astrobiología, que busca vida microbiana, el SETI se enfoca en las tecno-firmas: posibles indicios de inteligencia capaces de generar tecnología, manipular energía y transmitir información. Estas señales pueden manifestarse como emisiones de radio moduladas, pulsos láser, patrones luminosos o estructuras artificiales a gran escala.

Su base teórica combina física, astronomía y biología evolutiva, apoyándose en tres principios: la universalidad de las leyes físicas (toda civilización podría usar ondas electromagnéticas), el principio de mediocridad (la Tierra no ocupa un lugar privilegiado) y la dimensión temporal (el universo, con más de 13 mil millones de años, pudo albergar civilizaciones anteriores y más avanzadas).

El SETI aplica un enfoque metodológico riguroso, que incluye protocolos de observación, experimentos controlados y análisis algorítmico para filtrar señales del ruido cósmico. Más que una simple escucha del espacio, constituye un ejercicio global de precisión científica, cooperación internacional y estrategia tecnológica.

En general, la historia del SETI parte desde las especulaciones filosóficas de la Antigüedad hasta la astronomía moderna, donde la búsqueda de otras inteligencias refleja la curiosidad organizada de la humanidad. En 1959, Giuseppe Cocconi y Philip Morrison propusieron buscar emisiones de radio interestelares, inspirando a Frank Drake, quien en 1960 desarrolló el Proyecto Ozma (primer intento formal de captar señales extraterrestres). Un año después formuló la Ecuación de Drake: herramienta teórica que permitió estimar el número probable de civilizaciones detectables y dar rigor al campo.

Durante las décadas de 1960 y 1970, Estados Unidos y la URSS financiaron programas similares, culminando en el Mensaje de Arecibo (1974), transmisión simbólica enviada al cúmulo M13. Aunque los resultados fueron negativos, sentaron las bases metodológicas del SETI.

A pesar de los recortes de los años 90 y 2000, la búsqueda sobrevivió gracias a instituciones como el SETI Institute y Breakthrough Listen, que mantuvieron viva la exploración científica y la cooperación internacional en torno a uno de los desafíos intelectuales más profundos de la humanidad.

El SETI Institute: epicentro de la búsqueda de inteligencia extraterrestre

El SETI Institute, fundado en 1984 por Jill Tarter y Thomas Pierson, es la piedra angular de la búsqueda moderna de inteligencia extraterrestre. Su objetivo ha sido institucionalizar esfuerzos dispersos, combinando investigación de vanguardia, educación, divulgación y cooperación internacional, consolidándose como referente mundial en ciencia y diplomacia científica.

Destaca su enfoque interdisciplinario, integrando radioastronomía, astrofísica, biología, astronomía planetaria, ingeniería, geología, computación, lingüística, ética y sociología, creando un ecosistema donde teoría, observación y aplicación se retroalimentan.

El Instituto ha sido pionero en tecnologías clave como el Allen Telescope Array (ATA), capaz de observar simultáneamente miles de estrellas con alta sensibilidad, y en iniciativas de colaboración masiva como SETI@Home, que permite que millones de usuarios contribuyan desde sus computadoras, democratizando la ciencia.

Más allá de la tecnología, el SETI Institute forma y mentoriza nuevas generaciones de astrónomos, ingenieros y científicos, promoviendo pensamiento crítico, curiosidad científica y cooperación global. Funciona también como un laboratorio de diplomacia científica, estableciendo modelos de gobernanza y coordinación internacional aplicables a otros desafíos globales como inteligencia artificial, bioseguridad o exploración planetaria.

El Instituto sigue estrictos protocolos internacionales para verificar y comunicar señales potenciales, bajo el marco de la Unión Astronómica Internacional, la Academia Internacional de Astronáutica y la supervisión de la ONU, enfatizando transparencia, ética y cooperación global.

El Allen Telescope Array (ATA), con sede en el Observatorio de Radioastronomía Hat Creek, California, EE.UU. Fuente: Eurekalert

Finalmente, la ética y la prudencia son centrales en la comunicación interestelar (METI). La teoría del bosque oscuro y otras hipótesis de no intervención recuerdan que la interacción con posibles civilizaciones requiere responsabilidad colectiva, considerando riesgos tecnológicos, sociales, culturales y filosóficos, haciendo de METI un reflejo de nuestras aspiraciones y miedos como humanidad.

Explicación infográfica de la misión METI en español. Fuente: meti.org

3I/ATLAS, defensa planetaria y la frontera entre vigilancia científica y búsqueda interestelar

El reciente paso del cometa interestelar 3I/ATLAS por el sistema solar interior ha reavivado un debate que se encuentra en la intersección entre la defensa planetaria, la búsqueda de inteligencia extraterrestre y la geopolítica del conocimiento cósmico. Aunque no representa una amenaza para la Tierra, la NASA y otras agencias espaciales activaron sus sistemas de vigilancia y defensa planetaria para seguir su trayectoria (evidenciando cómo la observación astronómica ha dejado de ser una práctica aislada para convertirse en un asunto estratégico global).

La vigilancia intensiva de 3I/ATLAS no solo responde a motivos de seguridad, sino también a una curiosidad científica paralela al espíritu del SETI. Ambos campos (la defensa planetaria y la búsqueda de inteligencia extraterrestre) comparten un mismo impulso civilizatorio: entender nuestro lugar en el universo y anticipar lo desconocido. Si el SETI “escucha” el cosmos en busca de señales de civilizaciones inteligentes, la defensa planetaria “observa” el entorno cósmico inmediato para detectar amenazas o anomalías que podrían alterar la estabilidad de la Tierra. En ambos casos, el acto de mirar hacia el espacio se convierte en una forma de autoconocimiento y de gestión del riesgo existencial.

La activación del sistema de defensa planetaria frente a 3I/ATLAS también revela un nuevo tipo de diplomacia científica, donde la cooperación internacional se combina con la vigilancia tecnológica. La participación simultánea de instrumentos en Marte, Júpiter y la Tierra demuestra cómo el espacio funciona como un laboratorio de coordinación entre agencias (NASA, ESA, NOIRLab, entre otras), en un entorno donde los datos son, al mismo tiempo, recursos estratégicos y bienes comunes del conocimiento. Esta dualidad entre transparencia científica y control político de la información es uno de los dilemas contemporáneos más profundos.

La observación de 3I/ATLAS puede interpretarse como un ensayo global de respuesta ante lo imprevisible, combinando un experimento técnico con un símbolo de nuestra capacidad de cooperación frente a eventos cósmicos. Al igual que la eventual detección de señales inteligentes, el paso de un objeto interestelar subraya la necesidad de protocolos éticos, comunicativos y políticos que trascienden fronteras nacionales, recordándonos que la vigilancia del cosmos no solo busca inteligencias externas, sino también evaluar cómo nos observamos y organizamos como especie ante lo desconocido.

En un contexto geopolítico más amplio, el SETI refleja la extensión del poder y la estrategia al espacio exterior. La detección de señales puede otorgar influencia simbólica a países o instituciones, mientras que la diplomacia científica actúa como poder blando, fomentando cooperación internacional frente a rivalidades y militarización del espacio. La ausencia de protocolos claros de contacto evidencia la necesidad de instituciones globales capaces de gestionar el conocimiento y la comunicación interestelar, garantizando que la dimensión científica, ética y estratégica del descubrimiento no quede subordinada a intereses de unos pocos.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Scroll al inicio