Nociones geopolíticas básicas sobre la guerra tecnológica entre China y Estados Unidos

Todo dependerá de los pasos que ambos gobiernos den en base a sus ambiciones por el dominio tecnológico global.

JUAN JOSÉ TERRERO CARROBLES | Madrid

25 de junio de 2025

El desarrollo tecnológico global avanza a pasos acelerados. La irrupción de la Inteligencia Artificial puede llevar a pensar que ya se dejó atrás la IV Revolución Industrial y se dio comienzo a una quinta etapa en la que los grandes polos geopolíticos luchan por el control sobre este nuevo recurso tecnológico. Actualmente, Estados Unidos está viendo su influencia global amenazada por el auge de China. Para Washington, Pekín representa una amenaza:

  • Económica, debido al incremento de su clara ventaja en las balanzas comerciales bilaterales, su menor dependencia de las importaciones, su mercado interior blindado a la participación estadounidense y a sus esfuerzos de influencia económica sobre sus aliados históricos;
  • Geoestratégica, especialmente en regiones del mundo como el Indo-Pacífico, donde realiza operaciones de “zona gris” y despliega amenazas híbridas para controlar el Mar del Sur de China (MSC) en detrimento de los derechos de los países vecinos y aliados estadounidenses, así como sobre la Isla de Taiwán;
  • Tecnológica, al invertir y rentabilizar sus recursos para lograr innovaciones en áreas clave como la IA, mientras que lleva a cabo ataques e injerencias que pueden afectar la ciberseguridad norteamericana.

La guerra tecnológica no es un factor aislado, por lo que es necesario considerar el económico y el geoestratégico para entender las razones de este enfrentamiento. Además, operan aquí otras dos consideraciones:

A) Cómo ambos Estados emprenden sus avances tecnológicos (uso de tres actores de las Relaciones Internacionales) para conseguir una mayor influencia tecnológica: el Estado y sus ciudadanos, siendo el individuo, a su vez considerado como una unidad legitimadora de las dinámicas nacionales y supranacionales, y las empresas multinacionales:

  • Para China, existe una unión indisoluble entre empresa, ciudadanos y Estado, al encontrarse todos directamente sometidos a las directrices de Pekín. Dichas directrices se basan en una serie de estrictas limitaciones a sus actividades y en las premisas fijadas por los planes quinquenales del Partido Comunista Chino. Aunque a priori resulten entidades separadas, todas se encuentran atadas a las prioridades nacionales del Estado chino;
  • Por otro lado, las empresas en EE UU, sus trabajadores y consejos administrativos desempeñan sus labores con mayor libertad y en consonancia con sus propios visiones y valores. La dirección estratégica de las empresas puede estar en consonancia o no con las prioridades de Washington. En caso de alineamiento con la Casa Blanca, las empresas pueden convertirse en embajadores de EE UU (soft power)

B) La cuestión de la IA, la cual ha ganado popularidad recientemente por su carácter innovador, es apenas una batalla dentro de la gran guerra tecnológica entre EE UU y China. Desde hace más de una década, Pekín viene impulsando una estrategia de desacople del sistema digital que se ha creado y promovido desde Washington. Esta separación tecnológica se da en un contexto en el que el mercado económico chino impone barreras de entrada muy altas a las compañías norteamericanas para evitar que su influencia se extienda por el interior de sus fronteras. Además, numerosas empresas chinas han desarrollado sus propios sistemas, interfaces, y plataformas para competir con las estadounidenses a nivel global.

EEUU ha estado incrementando sus aranceles y restricciones en las exportaciones de recursos tecnológicos a China para evitar que esta se haga con medios de alta calidad que permitan que sus productos tecnológicos sean un rival directo o incluso llegar a superar a sus homólogos estadounidenses. Durante el primer mandato de Donald Trump (2016-2020), se restringieron las exportaciones de los semiconductores de compañías estadounidenses, conocidos por su alta calidad. Además, esta Administración introdujo empresas tecnológicas chinas como Huawei en su lista negra empresarial (la conocida como “Entity List”), vetándolas de poder hacer negocios con empresas estadounidenses. Esto movimientos propiciarían un primer conflicto arancelario que estalló en 2019.

El enfrentamiento tecnológico aún continuó durante la presidencia de Joe Biden (2021-2025). El enfoque de la Administración Biden en la competencia tecnológica con China se basó en la estrategia “small yard, high fence” —»patio pequeño, valla alta», en castellano—. Consistió en la imposición de barreras a las inversiones, exportaciones y transferencias de know-how para proteger sectores tecnológicos críticos. Mientras se limitaron sectores concretos (IA, semiconductores, microelectrónica y aplicaciones militares y de inteligencia), se trató de mantener otros sectores, (energías renovables, baterías o vehículos eléctricos) como áreas de desarrollo común que evitaran una ruptura total de los lazos tecnológicos y comerciales con China.

Con el regreso de Trump a la Casa Blanca, las tensiones con China se recrudecieron. En su segundo mandato, el presidente adoptó un tono aún más agresivo contra Pekín, anunciando un aumento del 145% de los aranceles a productos chinos, y dando una orden ejecutiva de restringir el acceso a la tecnología estadounidense de IA a “adversarios extranjeros”, entre los que se encuentran China, Hong Kong y Macao. Las restricciones han llegado a extenderse a otros sectores, incluyendo aquellos que Biden había querido mantener fuera del conflicto. Se podría decir que, con este segundo gobierno de Trump, se ha transitado de un “small yard, high fence” a un “no yard, big wall” —»ningún patio, gran muro».

Es necesario añadir que Trump también ha tomado estas medidas de forma unilateral a nivel internacional, ignorando las posiciones de sus aliados, a diferencia del trato preferencial que Biden ofreció a 18 Estados respecto al acceso preferente a chips avanzados de IA. No obstante, es cierto que la estrategia de Trump ha permitido cierta flexibilidad para responder a las demandas de los aliados.

La batalla por el control de la IA

Respecto a la IA, EE UU aún posee amplia ventaja sobre China. Washington mantiene la delantera en lo que respecta a la fabricación de chips avanzados y centros de datos, cuyos avances trata de proteger mediante las restricciones en exportaciones tecnológicas. Por otro lado, gran parte del talento chino en IA se forma en universidades estadounidenses y prefiere trabajar en la industria norteamericana. Esta tendencia podría revertirse debido a la imposición de mayores barreras al acceso a la educación superior en EE UU para estudiantes provenientes de China.

Sin embargo, Pekín no está quedándose atrás. El control estatal chino sobre sus empresas tecnológicas permite al gobierno de Xi Jinping acceder a datos internacionales, lo que se traduce en una ventaja estratégica en mercados emergentes. Asimismo, los chinos están encontrando la manera de sortear los bloqueos tecnológicos estadounidenses con desarrollos propios y una capacidad de despliegue de infraestructuras mucho más rápida debido a menores costos energéticos y mayor coordinación centralizada.

El lanzamiento del modelo Deepseek-R1 en enero de 2025 es una evidencia clara de los avances chinos en materia de IA. Mientras las IAs occidentales utilizan un promedio de 16 mil chips especializados, Deepseek solo ha necesitado dos mil, mayoritariamente provenientes de una reserva de la compañía estadounidense Nvidia, anterior al bloqueo. Estos avances también fueron estimulados por el fomento del talento en IA por parte del gobierno chino mediante becas de investigación y acuerdos entre universidades e industria. La reacción no se hizo esperar: la compañía estadounidense OpenAI, dueña del modelo ChatGPT, envió una carta de 15 páginas a la Casa Blanca en marzo de 2025 calificando a Deepseek como un modelo “notable” y advirtiendo de que, a pesar de que EE UU aún tiene la ventaja, la distancia con China está reduciéndose cada vez más.

La II Administración Trump también ha reaccionado frente a los avances chinos en IA con el impulso del proyecto “Stargate”, poco después de la llegada de Deepseek. Esta es una iniciativa conjunta entre el Gobierno Federal y empresas tecnológicas norteamericanas influyentes como Oracle, OpenAI y Softbank, entre otras. Este proyecto contempla la creación de una red nacional de centros de datos y plantas de energía para soportar operaciones de IA más avanzadas, junto con una inversión de hasta 500.000 millones de dólares hasta el año 2029. La construcción de los primeros 10 centros de datos ya está teniendo lugar en Texas, y tanto la implementación de nuevas instalaciones como la viabilidad a futuro va a depender de la capacidad del manejo de las inversiones y de superar marcos regulatorios limitantes.

Para EE UU, la llegada de Deepseek es una amenaza crítica que va más allá de la actividad empresarial. Recientemente, un oficial estadounidense ha afirmado que la compañía china está llevando a cabo proyectos conjuntos con el ejército y los servicios de inteligencia chinos, proporcionándoles datos y estadísticas avanzadas en el desarrollo de sus operaciones. Lo más preocupante para Washington es que Deepseek está llegando a evadir los controles de exportaciones estadounidenses con la creación de empresas fantasma que acceden a los chips norteamericanos. Estas tácticas de perfidia tecnológica también están teniendo lugar en terceros países como Malasia, donde el Ministerio de Comercio ha abierto una investigación en base a alegaciones de que ingenieros chinos han burlado los controles estadounidenses alquilando centros de datos con microchips Nvidia de gama alta para entrenar modelos de IA.

Taiwán y los microchips

Dentro de las dinámicas críticas que tienen lugar en el Indo-Pacífico, destacan las tensiones respecto a la Isla de Taiwán, que, más allá de su componente histórico y político, contienen un componente tecnológico de suma importancia: la fabricación de semiconductores de alta calidad destinados al desarrollo de IA.

Taiwán, a través de la TSMC (Taiwan Semiconductor Manufacturing Company), controla aproximadamente el 66% del mercado global de fundición de chips avanzados, lo que la convierte en el principal proveedor mundial de semiconductores de alto rendimiento. Este cuasi-monopolio es crítico, pues ninguna región dispone de las mismas capacidades de producción ni de la misma tecnología de vanguardia. Por ello, la defensa de Taiwán frente a la China continental es aún más importante para EE UU.

Taipéi es aliado de los norteamericanos y Washington está comprometido con la defensa de sus instituciones y su industria tecnológica. No obstante, China no desiste en sus tácticas para hacerse con la isla. El hecho más reciente fue la operación de ejercicios militares Strait Thunder 2025A, en abril de 2025. Las maniobras desarrolladas durante esta operación incluyeron, entre otras, patrullas de preparación para el combate mar-aire y el bloqueo de zonas de acceso marítimo clave.

No obstante, se está produciendo un aparente cambio estratégico por parte de la actual Administración estadounidense respecto a sus intereses sobre Taiwán. El presidente Trump, ante el riesgo que supone tener las fábricas de semiconductores en un punto estratégico tan frágil, está tratando de mover toda la industria a territorio norteamericano. Por tanto, la presión sobre la TSMC se ha intensificado, con amenazas de imponer aranceles de hasta el 100% a los chips producidos fuera de EE UU si la empresa no amplía su capacidad de fabricación en suelo estadounidense.

Como resultado, la TSMC ha anunciado inversiones históricas: al menos 100.000 millones de dólares adicionales en nuevas plantas de fabricación avanzada en Arizona. Las plantas de Arizona funcionarán por fases, de modo que, mientras EE UU incentiva y presiona para que la producción se traslade, la mayor parte de la I+D y la tecnología más avanzada de la TSMC permanecerán en Taiwán a corto plazo.

Esto ha producido que se altere el discurso de Trump sobre Taiwán en 2024: el presidente alegaba que habían “robado” a la industria estadounidense de los semiconductores y que deberían pagarle por su defensa, pero en febrero de 2025 el Departamento de Estado de Estados Unidos retiró de sus briefings la frase “no apoyamos la independencia de Taiwán”. Si bien la segunda Administración Trump juega a la ambigüedad estratégica en su discurso con sus aliados transatlánticos, con el caso de Taiwán tampoco ha hecho una excepción.

Conclusiones

El conflicto tecnológico entre EE UU y China puede comprenderse en clave geopolítica, observándose como un movimiento de acción-reacción. Washington, en favor de proteger su industria y sus avances tecnológicos en áreas tan punteras actualmente como la IA. Pekín, ante las restricciones impuestas por parte del EE UU, reacciona construyendo su propio ecosistema digital y de IA por sus propios medios y tratando de esquivar las barreras que se le presentan desde el otro lado del Pacífico. China también ha reaccionado elevando los aranceles y estableciendo más controles y limitaciones sobre materiales críticos como las tierras raras, fundamentales para la industria tecnológica estadounidense. Esta carrera tecnológica apenas ha comenzado y puede llegar a agravarse aún más. Todo dependerá de los pasos que ambos gobiernos den en base a sus ambiciones por el dominio tecnológico global.

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