Israel y las implicaciones de su ataque en suelo qatarí

El ataque de Tel Aviv marca un antes y un después en sus relaciones con las monarquías del Golfo

REUTERS / Ibraheem Abu Mustafa 

MANUEL TRIGUERO SERRANO | Madrid

12 de septiembre de 2025

El pasado 9 de septiembre Israel realizó un ataque con misiles sobre un complejo en la capital de Qatar, Doha. Dicho ataque fue llevado a cabo contra una serie de edificios ubicados en West Bay Lagoon, un área al norte de la capital con gran presencia de embajadas, escuelas y zonas residenciales habitadas mayormente por extranjeros. El ataque, llevado a cabo con precisión, tuvo como objetivo líderes del grupo Hamas, logrando acabar con cinco de ellos. Este hecho provocó una reacción unificada de todas los Estados regionales, condenando la agresión israelí al representar una violación al derecho internacional y acusándolo de provocar un aumento en la tensión ya de por sí existente en la zona. A esto se sumaron las reacciones de Donald Trump y Benjamin Netanyahu, mostrándose el primero preocupado al considerar Qatar un gran aliado y asumiendo el segundo la responsabilidad y las implicaciones del ataque. 

Los resultados del ataque han sido el asesinato de al menos seis personas, entre  las que se encuentran personal del gabinete político del grupo y miembros de seguridad. Las consecuencias, sin embargo, van más allá de una mera operación contra el grupo. El ataque ha sentado una crisis diplomática entre Israel y Qatar. Si las relaciones ya eran tensas debido al apoyo y refugio que supone Qatar para los líderes de Hamas, dicho ataque ha dado a entender que las pretensiones de Israel de acabar con el grupo superan cualquier frontera territorial. A esto se suma que los acontecimientos, alcanzando un impacto global, han desvanecido por completo la idea de que la seguridad de los estados del Golfo es una línea no asumible para Israel. La concepción geopolítica que dividía Oriente Medio entre Eje de la Resistencia y aliados de Occidente ha resultado errónea, dando lugar a un panorama en el que los bloques son más líquidos que nunca y la seguridad de cualquier país no está garantizada. Dicho esto, las implicaciones del ataque incumben a más de un país. En lo que a Qatar se refiere, la agresión israelí parece haber dado a entender que el paraguas de Washington no es suficiente para garantizar su seguridad, lo que puede empujar a este a estrechar relaciones con otros países de la región contrarios a la hegemonía de Israel, concretamente Irán. A esto se suma que Israel, que ya había apuntado a Al-Jazeera con el asesinato de varios de sus periodistas en la franja de Gaza, ha demostrado que Qatar, país que financia el medio de comunicación, no supone un refugio para esta y podría alcanzar sus centros en otra futura agresión. Si el foco de su cobertura ya estaba en Tel Aviv a causa de la invasión de Gaza, la agresión en suelo qatarí apunta a aumentar una mayor presión desde el medio sobre este.   

Estas implicaciones se arrojan contra otros países como Turquía o Arabia Saudí, que habiendo disfrutado de cierta estabilidad gracias a su alianza con Occidente, ven las políticas de Israel como una amenaza a largo plazo. Los peores presagios se dan en los casos de Jordania y Egipto, cuya proximidad geográfica a Tel Aviv y falta de capacidades disuasorias demuestran pocas salidas frente a las ambiciones del Gran Israel. En definitiva, la agresión sienta un precedente peligroso para los países del Golfo y demuestra, una vez más, que Israel está dispuesto a cruzar cualquier línea en su lucha contra Hamas.

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