Moldavia entre dos mundos: las elecciones del 28 de septiembre de 2025

Las autoridades anticipan posibles ciberataques contra la red energética e infraestructuras tecnológicas

SAM FERDINAND CHICHARRO | Madrid

26 de septiembre de 2025

Este 28 de septiembre, los ciudadanos moldavos van a las urnas para votar por su nuevo parlamento. Moldavia, con apenas 2,5 millones de habitantes, es ahora símbolo de algo mucho mayor: una prueba para la Unión Europea y su ampliación, un frente en la guerra híbrida de Rusia contra sus vecinos europeos postsoviéticos.

Últimas elecciones: victorias proeuropeas

Hace cuatro años, el Partido de Acción y Solidaridad (PAS) de la presidenta Maia Sandu ganó las elecciones legislativas con una mayoría absoluta del 52,8% de los votos, una victoria sin precedentes para las fuerzas proeuropeas. A pesar de tener tanto la presidencia de la república como el gobierno, a Sandu y a su partido les ha resultado más difícil gobernar de lo que esperaban. Esta pasada legislatura ha tenido que afrontar muchos problemas, sobre todo la guerra entre Rusia y Ucrania (y muy de cerca), crisis energéticas y la inflación. Esta ‘multicrisis’ ha reducido el impacto de las reformas del PAS, y junto con la maquinaria propagandística del Kremlin, ha reducido notablemente la popularidad del partido. Hoy, las encuestas aún sitúan al PAS en primer lugar, pero solo con alrededor del 35% al 40% de los votos, lejos de su posición dominante de 2021.

Su principal rival, el “Bloque Electoral Patriótico” (Blocul Electoral Patriotic) de Igor Dodon (pro-rusos), ronda el 25-35%. Al no haber expectativas de mayoría absoluta, otros bloques más pequeños como “Alternativa” (Alternative) y “Nuestro Partido” (Partidul Nostru) se han vuelto importantes, pues de sus votos podría depender el siguiente gobierno. Esto significa que la dirección del país seguramente estará marcada por alianzas frágiles y probablemente veamos pactos de última hora.

Además, es importante señalar que estas elecciones están contextualizadas también por dos importantes acontecimientos recientes. En octubre de 2024, Maia Sandu fue reelegida presidenta frente a Alexandr Stoianoglo, un candidato apoyado por sectores prorrusos. La elección se desarrolló en paralelo a un referéndum constitucional que preguntaba a los ciudadanos si querían inscribir en su carta magna la adhesión a la Unión Europea como objetivo nacional.

El resultado fue muy ajustado: Sandu ganó con algo más del 55% y el “sí” europeo se impuso por la mínima (50,35% de apoyo y 50,7% de participación), en gran parte gracias al voto de la diáspora. El referéndum convirtió la integración en la UE en una obligación constitucional, pero a pesar de que muchos analistas lo consideren decisivo, dejó en evidencia hasta qué punto el país está dividido y vulnerable a la injerencia extranjera. Las autoridades denunciaron que millones de euros procedentes de Rusia se destinaron a comprar votos y a financiar campañas de desinformación, lo cual también está ocurriendo en esta ocasión.

Laboratorio de guerra híbrida

La campaña electoral se ha desarrollado bajo una presión extraordinaria. En diciembre de 2024, el jefe de los servicios de inteligencia moldavos advirtió que Rusia repetiría las tácticas de injerencia vistas en las presidenciales y en el referéndum, y la advertencia no ha tardado en confirmarse.

También han sido destapadas redes que pagaban a moldavos para difundir propaganda prorrusa en TikTok y Facebook (varias destapadas por periodistas independientes). Además, durante la campaña se han multiplicado las cuentas falsas. Incluso un equipo de periodistas logró infiltrarse en grupos relacionados con una ONG próxima al Kremlin que ofrecía servicios a bloques opositores. Moldavia es un claro laboratorio de pruebas para la guerra informativa rusa en Europa. Chisinau estima que Moscú ha destinado entre 150 y 300 millones de euros para influir en las elecciones.

Además, las tácticas híbridas van más allá de la propaganda y el soborno. Las autoridades anticipan posibles ciberataques contra la red energética e infraestructuras tecnológicas. Ya en enero la suspensión repentina del suministro de gas a Transnistria fue un intento de desestabilización, por lo que podemos esperar otras injerencias durante las elecciones y en las semanas posteriores.

Vulnerabilidad moldava y su geopolítica

La gran vulnerabilidad de Moldavia se debe mayoritariamente a su geografía y a la fragilidad de su Estado. El país está encajado entre Ucrania (en guerra con Rusia) y Rumanía (miembro de la UE y de la OTAN). Moldavia es constitucionalmente neutral, carece de protección militar occidental y depende en gran medida de la ayuda externa, históricamente alternando entre de Rusia y Occidente. Su economía, además, se sostiene en buena parte gracias a las remesas de su gran diáspora, lo que abre otra puerta a la manipulación.

Moldavia también está en el centro de un conflicto congelado, legado de la disolución de la URSS. En la franja este del país, Transnistria (estado no reconocido) mantiene presencia militar rusa desde los años noventa, ampliamente considerada una ocupación ilegal. Transnistria es quizá la mayor herramienta de presión geopolítica contra Moldavia a la disposición del Kremlin. Sin embargo, no es el único problema geográfico interno que sufre el país. Al sur, la región autónoma de Gagauzia suele alinearse con Moscú y a menudo amenaza con la secesión si Moldavia se acerca demasiado a Occidente. Ambos territorios son palancas que el Kremlin activa a voluntad.

Así se explica la paradoja moldava y su relevancia actual: un país diminuto y débil militar- y económicamente que, sin embargo y aparte de Ucrania, es primera línea de la pugna estratégica entre Europa y Rusia, un premio simbólico y estratégico muy superior a su tamaño real.

¿El papel de Europa y Occidente?

Para la Unión Europea, lo que ocurra en Moldavia es clave. Se trata del candidato más pequeño y pobre a la adhesión, pero también de uno de los gobiernos (hasta ahora) más decididos. Sandu y su gobierno fijaron 2030 como horizonte de entrada en la Unión. Dejando de lado lo ambicioso y seguramente irrealista de ese objetivo, si la UE no puede apoyar a un Estado de este tamaño, sus promesas a países mucho mayores como Ucrania podrían quedar cuestionadas.

En Europa, Rumanía desempeña un papel especialmente activo en Moldavia: ofrece apoyo financiero, energético y diplomático. No es casualidad, puesto que fueron el mismo país hace un siglo, ambos hablan rumano, y gran parte de la población moldava (incluyendo la presidenta Sandu) posee la doble nacionalidad. Estados Unidos, el Reino Unido y Canadá también han sancionado a figuras acusadas de facilitar la injerencia rusa. Y aunque la neutralidad moldava limita su relación con la OTAN, la alianza transatlántica ha reforzado la cooperación en formación y resiliencia.

Con los dos bloques (Rusia y Occidente) jugándose su influencia y credibilidad en Moldavia, las elecciones no se celebran en condiciones de normalidad democrática como podrían ocurrir en otros estados, sino bajo un asedio constante.

A partir del día 29…

Si el PAS consigue formar una coalición proeuropea, las reformas y el proceso de adhesión continuarán, pero con mayor debilidad y bajo un constante acoso híbrido. Si el parlamento se fragmenta mucho, la parálisis legislativa podría llevar a una deriva inestable que no beneficiaría a nadie, salvo a Moscú. Y si las fuerzas prorrusas ganan suficiente peso, podrían bloquear el camino hacia Europa, desencadenando choques institucionales con la presidencia de Sandu y un bloqueo nacional. En cualquier caso, parece que la inestabilidad será inevitable. La prioridad del PAS será intentar mantenerse en el gobierno, posiblemente mediante un acuerdo con Alternativa y la abstención de fuerzas minoritarias, pero el contexto político moldavo evoluciona y cambia rápidamente, y el riesgo de injerencia extranjera complica las predicciones.

Por todo ello, Moldavia no solo va a elegir un parlamento. Está en juego demostrar si como democracia pequeña y vulnerable puede mantener un rumbo europeo bajo la presión constante de una potencia autoritaria. Si lo consigue, reforzará la causa de la ampliación y enviará un mensaje de resiliencia a Ucrania y más allá. Si fracasa, confirmará la intuición de Moscú: hay eslabones débiles en Europa que siempre pueden romperse.

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